domingo, 27 de mayo de 2007
La Fábrica 798. Barrio de Hutong
Ayer tuvimos un día espléndido en una zona de galerías, librerías y teatros independientes: La Fábrica 798. Son más de 120 espacios alternativos donde se reune la reflexión sobre las artes y la relación de las y los artistas con el pasado y el presente. La Fábrica 798 tiene más apoyos europeos, sobre todo alemanes, belgas e italianos, y una importante presencia japonesa y coreana, que sostén del gobierno chino. Entre cafés y restaurantes (bastante caros), el diálogo fluye sólo limitado por la lengua. Se habla de poesía y arte conceptual, sobre la relación entre el barrio y la cercanía humana y la posibilidad de reunirse para el arte.
Es interesante saber que hace tres años hubo un hermanamiento entre este barrio de artistas y el de La Condesa, en el Distrito Federal. Llegó hasta un chef que se inventó un guacamole fusion con papaya, de gusto delicado y extraño, un agridulce sin chile ni salsa de soya. Aparentemente en el barrio no hay represión. Sólo en una ocasión fue censurada una exposición. La fuerza de las
imagenes, la contundencia de las fotografías, sin embargo es abiertamente crítica de la realidad china contemporánea. Los artistas plásticos fueron los primeros que se opusieron abiertamente a las transformaciones muy aceleradas y los intentos de borrar el pasado, diciendo que era necesario para no enloquecer tender un puente entre la iconografía revolucionaria y el sentir de la población china lanzada al mercado y la producción internacional.
El Mao sin cabeza ni piernas de Wuang Wuan Yi es una clara expresión de esta idea y de lo que el barrio, una antigua fábrica alemano-china de los años 1950, quiere expresar. Las fotografías de una ciudad gris, un mar de cemento, donde sólo puedes zambullirte como un autómata de ChengDu, o de un mundo rural todavía dominado por la fuerza "imperial" (y por lo tanto expresada en rojo) de hormigas metálicas de Peng ron, son otras tantas expresiones de una
expresión plástica de excelente manufactura de la China que, por motivos distintos, ni el gobierno local ni el mundo quieren ver.
China es más compleja de lo qe una denuncia de violencia a los derechos humanos puede abarcar. No se parece a la Rusia de Stalin, pero tampoco es un espacio de libertad de
opinión. Hay un eneorme miedo del gobierno a que los movimietos masivos se les salgan de las manos y reprime ciertas informaciones, en particular las que tocan 4 temas: medio ambiente -es un desastre, en 5 años China contaminará tanto como Estados Unidos-, Tibet, la masacre de Tien namen y un extraño movimiento, muy utilizado en el extranjero para describir la represión de los religiosos, que tiene una vaga inspiración budista pero cuyos fines no son muy
claros,que se llama Falun Gong.
Los artistas plásticos -el movimiento es fundamentalmente masculino, aunque hay mujeres realmente creativas, como la diseñadora y perfomancera Xiang Xianojun, cuya tienda de
ropa de firma usa la iconografía y las imágenes de los pintores chinos contemporáneos-, cuando pidieron en 2003 al municipio rentar unas bodegas a la fábrica que iba a ser destruida para construir un mall, desataron tanto un fenómeno inédito en 100 años, un movimiento artístico
independiente, como recuperaron la vieja tradición pekinesa de que los artistas se reunieran en barrios propios. Hoy más que ejercer una disidencia, expresan su condición de diferencia de opiniones y estilos de vida, y su idea de que no es necesario destruir el país para marcar un corte de continuidad con el pasado próximo. Es decir, no es necesario refundar el país en cada década, lo cual no significa que se niegue que China tenga avance realmente importantes, por ejemplo que haya logrado sacar en sólo diez años a 100 millones de personas de la pobreza.
Mientras el té o la cerveza corren frente a ventanas y en terrazas desde donde se pueden mirar por la calle cuadros enormes que deambulan sobre dos pies diminutos que los llevan de un taller a una galería o a un restaurante, es fácil que un pintor o una actiz te expliquen que es necesario ir hacia el futuro libres de la carga de tres graves problemas que accarea la modernización acelerada: el desatre de la salud y la educación públicas -hay quien denuncia que sin dinero no se reciben enfermos en los hospitales, lo cual escandaliza a indios, coreanos y japoneses, además que a los europeos, pero deja sin cuidado a los americanos- y los problemas relativos al medio
ambiente.
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