jueves, 31 de mayo de 2007

Tres imágenes de China

1. Una mujer con tacones y vestido de flores, muy elegante, sobre su bicicleta en una avenida traficadísima. Habla por teléfono, pedalea y sostiene un paraguas.

2. Una foto que ha dado la vuelta al mundo: la del señor que vivía desde hace treinta años en una casita en un hutong de Chengdu. Cuando le notificaron que debía dejar la casa porque se iba a derruir su barrio -así se hace aquí: te notifican y te tienes que ir-, él simplemente dijo que no. Testarudo él y más testarudo el constructor, entre el no me voy y el yo construyo, entraron las grúas, las excavadoras, los camiones y la casita del hutong del señor que dijo no se quedó sola, orgullosa, una ruina con vida, una persona acorralada pero de pie, un pueblo que resiste la horda de la modernización forzada. Una foto que habla de cómo puede ser China.

3. Cinco camiones azules en el estacionamiento del enorme terreno donde la embajada gringa está construyendo su cuartel general para más de 300 diplomáticos (la embajada mexicana tiene 9, 11 la italiana, 13 la francesa, 7 la griega). Dado que Estados Unidos está inventando
discursivamente a China como su futuro enemigo -cuando se les acabe el speach sobre el terrorismo, éstos estarán listos para ser los próximos protagonistas del mal-, las relaciones de cortesía son muy falsas. Hace unos años, la Boing construyó el avión presidencial chino y lo sembró -o dejó que lo sembraran- de microscópicos micrófonos de altísima tecnología. Estados Unidos, en realidad la constructora de aviones Boing, tuvo que pedir una disculpa formal cuando, con toda razón, los chinos se lo reclamaron: hay cosas que no se hacen. Desde entonces los
gringos le temen a la venganza china. Eso es temen que los maravillosos y rapidísimos trabajadores de la construcción chinos le siembren de micrófonos la embajada, los edificios para sus trabajadores, los campos de deportes, los estacionamientos, las tienditas y dependencias que piensan levantar como un bunker al lado de otro bunkercito: la embajada de Israel (todas las demás embajadas tienen en la puerta como única y suficiente protección a un policía como gallito, nalgas planas y pechito para afuera. Cortés, el policía verde de las embajadas mueve la cabecita para decirte qué hacer o donde ir). Así, cada mañana a las siete, cinco camiones azules
vomitan sus albañiles mexicanos en la obra de Beijing.

Hasta hay un puesto de tacos que llega a las 12 horas y se instala en la puerta de la obra; la ñora está haciendo su agosto vendiéndole sus taquitos a los paisanos que están construyendo la embajada gringa de Beijing. ¿Cómo lograron los gringos la visa para sus albañiles mexicanos?
Eso sí que es un misterio, pero que el miedo mueve montañas eso es igualmente cierto.