martes, 4 de septiembre de 2007

Tensin

Lo conocí porque llegando a Labrang después de cinco horas mochila al hombro, pensé que un buen masaje me vendría muy bien.
En el hostal de Tara, a un paso del segundo monasterio más grande del busismo tibetano, me recomendaron a Tensin, un joven que ha estudiado en Tíbet y en la India. Una señora inglesa me lo confirmó: "Ese muchacho sabe lo que hace". A ella, de 75 años, le estaba arreglando la espalda, seguramente perjudicada por los camiones tibetanos, pero inicialmente dañada por un accidente de carretera cuando tenía 19 años.
Me dejé dar un primer masaje para relajarme y me sorprendió mucho que me dijera "Si no abres el chacra de tu corazón, va a ser dificil que vivas bien con tu hija y vuelvas a querer con libertad a tus amigos". Dicho eso me enseñó un ejercicio de lo más simple para abrirme el pecho. El día despues deje de fumar, ¡despues de 37 años!
Me volvió a dar un masaje dos dias despues porque mi colitis me atormentaba. Al removerme lo estancado en el estomago, dio con la energía detenida de mi útero, donde el mioma detectado hace tres años habia dejado de crecer gracias a la homeopatía y la acupuntura, pero no había desaparecido. Me dijo que podíamos intentar que la energía fluyera, pero que eso necesitaba tiempo y que el al día despues se iría en medio de las montañas para atender al hijo de un pastor al que las fiebres habían quitado el habla.
Le dije que era la primera vez que sentía un masaje llegar tan profundo a mi ser, !y eso que parezco adicta a los masajes y que conozco desde las técnicas mixtecas hasta las ayurvédicas, chinas y mongolas!
Me invitó a alcanzarlo en Mache.
A Helena en un principio le pareció una locura ir a seis horas de Labrang sólo por un masaje. Luego, cuando el camión se metió en las altas montañas de Tíbet, cambió de parecer. La verdad es que gracias al habernos desplazado en busca de un masaje, nos metimos también en una ciudad nueva, pero a pocos kilómetros de un río portentoso, un lago donde van a dejarse las ofrendas para una buena cosecha y montañas que representan las caracolas de la tierra y donde el Budha de la vida futura dispensa la paz a los caminantes.
En Mache, Tensin me dio entre uno y dos masajes al día. En un principio, los dolores eran muy fuertes, pero entendí pronto que tocar los puntos más dolorosos de mi ser no era sólo detectar donde se atoraba la energía, sino también como empezar a restaurarla.
Al tercer masaje, sentí que la energía se movía por dentro y visualice los momentos que pudieron haber iniciado el gran atorón vital que se expresó en el mioma de 17 centímetros que me pesaba debajo del ombligo: la imposibilidad de digerir algunas situaciones laborales y vitales, la frustración que me ha acompañado en mi vida creativa durante los últimos cinco años, mi aniquilada vida sexo-afectiva.
Ese dia el masaje me dolió más que nunca, pero al salir a la calle me sentía tan ligera como nunca lo había estado en los tres años recién pasados. Por la noche, Tensin me dio otro masaje. Los dolores eran de una intensidad mucho menor, a pesar de que por la manana parecía haberme deshecho la panza. Esa noche tuve hambre, comí y dormí muy bien, pero el estómago estaba muy inflamado. Tensin me dijo que no me preocupara.
Al cuarto y quinto masaje, el último, sentí que por todo mi cuerpo la energía fluía libremente, que los dolores iban espaciándose y que la salud es un bienestar generalizado, no enfocado en un punto ni, mucho menos, en un órgano.

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