Pero no es el pasado colonial lo que nos hizo añorar Nepal. De hecho India lo ha superado con amplitud, su historia ha incorporado los 130 años de presencia inglesa como la de un corto periodo previo a la unificación de un sinnúmero de reinos independientes. Tampoco fueron los típicos problemas del Tercer Mundo (el camión que nos llevaba a Garakpur se descompuso, el tren partió con 20 minutos de atraso), ni las vacas en la sala de espera y entre los tambos de la basura, intocables e intocadas, verdaderas representación de
En India nunca hay un solo tipo de algo. Ni una sola casta, ni una sola religión, ni un solo vestido, ¿como iba a haber un solo tipo de turista? No es lo mismo dormir en una guest house que en un gran hotel, eso es obvio, pero tampoco lo es viajar en tren o en auto rentado. Ahora bien, ambos tipos tienen en común que se les ve como a unos idiotas con plata a los que es posible exprimir como un limón. Además los europeos bienintencionados -los que pretenden llevar a cabo un turismo solidario y sostenible, para darnos a entender, y que son pocos- han despertado nuevas formas de engaño; no hay tendero que no pregone ser el vendedor de una cooperativa que sostiene a varias familias, hecho por el cual es de muy mal gusto reclamar precios más bajos.
Varanasi es una de las ciudades más santas de
Los musulmanes, que son el 30% de la población, viven apenas afuera de la ciudad mas antigua, en barrios de grandes -se dice que los mejores del mundo- productores de brocado de seda. En el pasado tuvieron fuertes enfrentamientos con los hindis, tanto que su mezquita como el templo de oro de Shiva son resguardados por el ejército para evitar bombazos y tumultos. Son muy críticos del sistemas de castas hindi y no se retienen de reñir con un brahmán cuando no permite entrar a su templo a alguien de una casta inferior, pero deja entrar a un extranjero para que le deje una ofrenda en dinero.
El Gange es realmente un río sagrado. Aunque parezca increíble sus aguas son siempre limpísimas, aun microscópicamente limpias, a pesar que se le entreguen las cenizas de todos los muertos, así como los cuerpos de los niños, las mujeres embarazadas, los leprosos y los mordidos por las cobras –que no necesitan pasar por la purificación del fuego-. Además estar en sus orillas mueve al llanto, o a las sonrisas y a la calma. Verlo fuerte y cobrizo después de los monzones, o según nos dicen azul como el cielo durante la estación seca, es un regalo de las diosas mas piadosas.
Tres días en Varanasi se nos fueron como el agua, así como una parte considerable del dinero que nos quedaba, porque tampoco quedamos inmunes a la habilidad de los vendedores de la antigua Benares. Por suerte tampoco fuimos inmunes a la inteligencia cansada, arrastrada por el calor y glorificada por las piedras y los jardines, de su universidad, donde la escuela de filosofía se mostró interesada en iniciar un dialogo con los filósofos no occidentales de otra parte del mundo, es decir Latinoamérica.
Lástima que nuestras vueltas por las riveras del Gange duraron demasiado poco, aunque lo suficiente para tener una primera apreciación de la habilidad agrícola de las y los indios. Mijo, maíz, trigo, y variedades diversas de lentejas se extienden por kilómetros sobre una tierra labrada a la perfección. Tuvimos que correr a Delhi para encontrarnos con Chiara que llegaba de Roma para pasar dos semanas con nosotras, es decir todas sus vacaciones.
Delhi es una ciudad enorme, con bellísimas construcciones mogolas, rica, verde, dividida entre una nueva ciudad del tercer mundo progresista y la antigua ciudad de callejuelas y mezquitas y templos acomodada contra el fuerte y sus jardines. Pero Delhi es también carísima. Un hotel cuesta más que en Europa, y no siempre brinda las mismas comodidades. Alguien nos dijo que también puede ser una ciudad barata, pero no vimos por dónde. Además, a diferencia de Beijing, donde es posible tener un comercio con características que una vez identificadas se mantienen iguales, en Delhi un turista es siempre un idiota, por lo tanto se le trata de esa forma. Por muy buenas negociadoras en que nos hayamos convertido Helena y yo, no hay indio que no intente vendernos un CD a precio de oro ni hotelero que no nos diga que por ser la capital Delhi tiene derecho a tener precios exorbitantes.
Por suerte en Delhi tenemos amigos y podemos atestiguar la gran calidad de las charlas y los debates de las y los indios. El señor Swarup en particular hace gala de su sensibilidad y su profunda convicción de la necesidad de una política pacifista y anticolonial en el mundo. Conoce toda Asia, es un viejo periodista crítico y es respetado por amigos y enemigos. Es el padre de nuestro amigo Manish que nos mostró sus fotos y nos preparo una cena digna de un cuento oriental.
Rajastan es muy bello, un estado que se conformo después de la unificación e independencia de
Cada ciudad de Rajastan fue una capital, es decir un fuerte o un castillo fortificado donde la búsqueda del placer se mezclaba con la arrogancia del poder. Ahora bien el estilo de cada ciudad es diferente del de otra, así como el arte alemán no se parece al francés y el francés no se parece al español: eran realmente reinos independientes gobernados por personas de gustos diversos. Si la ciudad de Jaipur conserva al interior de sus muros callejuelas con aceras y casas con terrazas arboladas y su palacio está marcado por la pasión astronómica de los antepasados de sus actuales ocupantes, Pushkar es una ciudad sagrada en cuyo interior se levanta el lago donde Brama ofició los primeros ritos después de la creación del mundo.
Udepur es una ciudad antigua y viva de calle y palacios encalados que jamás fue conquistada ni por los musulmanes ni por los ingleses. Sus maharanas –y no simples marajas, por favor: estos son los descendientes de Rama y por lo tanto rey de reyes- siguen viviendo en el City Palace con sus caballos de orejas puntiagudas, sus rolls royce y sus sirvientes; en el laguito del jardín permitende vez en cuando el rodaje de algunas películas de James Bond (como todo los indios, recuerden que saben cobrar sus favores).
Ranakpur es un caso a parte. No es un ciudad, es un valle hermosamente cultivado, con un dique del siglo XVIII mandado construir por una marahani, en el centro del cual se eleva el templo más hermoso que hayan levantado jamás los Jains o Gens, un grupo de comerciantes hinduistas que en el siglo VI a.C. (el mismo periodo en que nació Buda), guiados por un profeta, decidió rebelarse contra la muerte de los animales, la mentira, el sistema de castas y la proliferación de las guerras. Los jains son todavía hoy en día el grupo religioso más respetado de
Jodpur es una ciudad brahmánica con el fuerte más poderoso que pueda imaginarse. Desde sus bastiones las antiguas callejuelas se muestran azules, es decir del color de la profundidad. Aunque el calor es infernal, la noche sobre las terrazas, si se tiene como nosotras la suerte de amar a la luna creciente, es de una belleza sin par.
Jaiselmer es la ciudad del desierto donde llegaban los camelleros de China para dirigirse a Persia. El calor es tan impresionante que con Helena, tendidas sobre esteras, en la inmovilidad del aire vimos como los pelos de nuestras piernas crecían a ritmo enfebrecido. En esta ciudad, si los señores sentían que iban a perder la guerra preparaban el sati (el sacrificio de las esposas sobre las piras funerarias del marido) de sus mujeres y de sus hijos menores y abrían la puerta del castillo para lanzarse a la muerte con la espada en la mano. Nadie debía sobrevivir a la derrota. Por suerte Jaiselmer estaba habitada también por comerciantes que lograron siempre que la ciudad se mantuviese en su esplendor. Eran los que desafiaban la vastedad del Thar, sus sequías, su belleza y pobreza sin par, de modo que con sus riquezas llenaron la ciudad donde descansaban sus hijos y esposas de haveli, es decir de palacios cincelados cuya elaboración se dejaba en mano de los arquitectos y escultores musulmanes. El Thar hoy es un desierto que las hábiles manos de las campesinas indias ha llenado de árboles semejantes a nuestros mesquites; verdes, fuertes y con sus raíces de
Bikeneer es una ciudad pintada, pues sus príncipes decidieron apoyar el arte popular de toda
A pocas decenas de kilómetros, inicia la sucesión de pueblotes donde las caravanas de camellos de la vía de la seda dejaron por siglos el dinero suficiente para que muchos haveli se levantaran. Hoy casi todos están vacíos y se caen sobre sí mismos, mientras elegantísimos dromedarios de piernas muy largas jalan carretas de dos ruedas cargadas de todo tipo de mercancías.
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