martes, 2 de octubre de 2007

India: Después de dejar Varanasi

Desde que dejamos Varanasi para llegar a Delhi nos ubicamos en medio de dos semanas que no corresponden a nuestro viaje. Aceptamos encontrarnos con mi prima en India y ella nos subió a un auto y nos esta llevando de un lado a otro de los monumentos, ciudades y sitios arqueólogicos de esos 22 paises que despues de la Independencia India en 1948 se reunieron en el estado de Rajastan -que por cierto es muy bello. Estamos gastando un monton de dinero (que ya nos empieza a escasear entre las manos) y, a la vez, sentimos que no podemos quedarnos donde queremos ni estamos conociendo a la gente, sus costumbres, su real modo de vida, que es exactamente lo que intentamos conocer durante nuestros cinco meses de viaje de Mongolia hasta aquí.

Helena, que es buenísima para encontrar lo mejor de cualquier situación, dice que se trata de una vacación de las vacaciones. Por otro lado es interesante compartir modos distintos de viajar con alguien que se quiere y de la cual, sin embargo, se conocen poco las costumbres cotidianas, los intereses, la mirada. En seis días las rapidas vacaciones de Chiara se van a acabar y nosotras retomaremos el tren (la red indiana de ferrocarril es perfecta, barata, rápida y segura, a pesar de la mas extraña burocracia que la trastoca).

Los primeros dias en India la odie. Caótica, demasiado poblada, sucia, húmeda. Nos sentíamos asaltadas por los vendendores de ofertas turísticas, por los choferes de riksho, por la comercialización de la espiritualidad hindú acompañada de la rivalidad con los musulmanes. A cada paso alguien intentaba vendernos algo, o nos pedía limosna o nos contaba historias lagrimosas y culpígenas sobre su pobreza. Yo desee sinceramente no haberme ido de Tibet. Pero ahora estamos felices de haber venido a esta tierra donde a pesar del calor se puede caminar entre campesinas cargadas de hierbas sobre la cabeza, jugar con niños que persiguen animales y donde tambien existe el comercio justo, las cooperativas de producción, la más precisa lucha ecológica y un montón de chavos y chavas que se mueren de ganas de tener una charla con alguien ajeno a sus familias y que te ayudan a cambio de nada.

Si en Pushkar frente al lago sagrado donde Brama, el dios de la creación, hizo sus ofrendas con su segunda esposa, nos sentimos totalmente tocadas por la serenidad del ocaso naranja sobre las mujeres y los hombres bañándose en las aguas sagradas del lago, en Ara nos quedamos haleladas frente a la belleza del Taj Mahal y en Udeipur nos dejamos seducir por la grandiosidad de los palacios reales.

Después de que Chiara se vaya, seguiremos rumbo al norte. Queremos estar, viajar, meditar por un rato más.

Luego, tristemente, deberemos emprender el camino de vuelta a casa. Todavía tenemos ganas de dar la vuelta al mundo. La verdad es que el regreso a las broncas universitarias, a las frustraciones de la vida cultural mexicana, a las envidias de los colegas no me atrae para nada. Pero, en algun lado hay que vivir y México sigue siendo el que volvería a escoger para ser mi hogar.

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